La niña morenita, creció sin afecto, con buenos
modales y buenas costumbres. Hacía su cama por las mañanas, se lavaba los
dientes y barría la calle. Por las tardes, las tareas eran su prioridad, puesto
que sin terminarlas no podía ver su serie animada favorita, “El gato cósmico”.
La vida en ese entonces, no se mostraba muy
alentadora. Llena de reglas y patrones por seguir, sin pensamientos y
personalidad propia.
Muchas veces se sintió sola, lloraba de noche
extrañando a mamá, que trabajaba duro para poder darle todo lo que a futuro
necesitaría. El miedo, la invadió toda su vida, luchar contra la corriente no
es fácil, vivir buscando dependencia emocional tampoco.
En más de una ocasión, intentó huir de sí, pero
lo cierto es que existe un valor dentro de cada una, que nos inspira a lo que
estamos destinadas a ser, un valor que nos habita, para protegernos de todo lo
que nos pueda hacer caer y dudar de quienes somos.
Una tarde pensando en quien quería ser o cual
era el destino de sus días, se dijo a si misma que, sin importar las
circunstancias, las consecuencias o los obstáculos, jamás se rendiría; que los
caminos no están escritos ni plasmados, que sus deseos son más grandes que
cualquier ser que intente quitárselos, que su vida es propia, tan suya que
elegir es personal. Desde ese entonces se abrazó, desde ese entonces me abracé
y me perdoné.
Desahogosbajolaluna.